Suena la alarma. Son las 11.
El joven se levanta de la cama, bosteza. Mira la hora
"Me dormí a las 2", recuerda. "Osea que son 9 horas. No puedo quejarme"
Pero enseguida se corrige: "siempre me puedo quejar..."
lunes, 28 de febrero de 2011
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